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Los romanos usaban tierras o cenizas volcánicas, las mezclaban con cal y el resultado fue lo que se conoce como Cemento de Puzzuoli, localidad italiana cerca del volcán Vesubio. A este cemento le agregaban cerámica o piedra pómez, obteniendo un concreto más ligero, con él construyeron grandes obras como algunos arcos del Coliseo Romano, las Termas de Caracalla y la cúpula del Panteón de Agripina.